sábado, 1 de marzo de 2014

A PROPÓSITO DE ARQUITECTURA. III: DE LO MODERNO









En obras: vivienda unifamiliar adosada en Arjonilla --Jaén--. Vista general de planos y volúmenes que sugieren la tensión en diagonal de las aperturas de las dos esquinas: los ojos del edificio

Lo primero que solicité antes de trazar cualquier línea de diseño del proyecto fue un abundante reportaje de fotos de los edificios del entorno de la parcela, los que visualice como trampantojos en profusión de arcos, órdenes extrañamente imaginados, balaustradas... ¿eran fachadas de edificios o decorados?; una auténtica locura.
No creyéndome aquella sinrazón, viajé al lugar a indagar tamaño despropósito, entrevistándome con la persona que más datos tenía sobre aquella esquizofrenia --era en la mayoría de los casos el autor material de su ejecución--, el que reconociendo el exceso lo justificaba en el implantación en el tiempo de una tendencia hacia la desbordada figuración en la construcción local. Su impulsor,según me contaba mi entrevistado, era un arquitecto de la escuela sevillana del ladrillo trabajado y la artística azulejería, que se había establecido en la localidad hacia principios de los años cuarenta del pasado siglo. Pedí que me mostrara algunos de los edificios que había realizado en el pueblo este arquitecto. Una vez vistos entendí aún menos el proceso: eran edificios de fachadas de ladrillo visto --con ajustado trabajo en alusión a órdenes y mesurados detalles de azulejería--, de composición sobria y bien proporcionada, muy en la tendencia de esa conocida escuela andaluza de principios de siglo. Tenían, incomprensiblemente, un buen modelo.
Nunca un inicio de proyecto reunía tantas razones --a la vista-- que justificaban sobradamente su discurso proyectivo: aquellos postulados del Movimiento Moderno que aprendiéramos en las escuelas de arquitectura.

Pero si lo visualizado era un evidente despropósito, tanto o más lo era la futura propietaria de la vivienda proyectada; un ejemplo de zafiedad rancia y de "morder la mano que la daba de comer". Acaso sea el perro menos estúpido que el ser humano.













De lo moderno


El teléfono avisa la llamada, perturbando las primeras horas de la noche del domingo. Al otro lado del hilo telefónico la voz de una "propietaria" eufórica habla de las obras de su futura casa en una hilarante conversación que va de la cenefa del cuarto de baño a la preocupación por el yogurt que ha rechazado su niña pequeña. Se le nota muy preocupada y no es para menos: al arquitecto se le ha olvidado la reja de la ventana del futuro dormitorio de la menor y el peligroso vacío se apodera de su ánimo. Pero tiene suerte, ante el despiste mil ojos avizores --sus paisanos-- se lo recordarán cada fin de semana cuando se traslade a su pueblo a ver la obra. Los mismos que en su día le recomendaron abrir la esquina superior a favor de balcones procesionales, y los que ahora, casi al final de los trabajos, revolotean alrededor del "extraño artefacto" con hechuras de vivienda, en interminables romerías folclórico-regionales que elogian la "cosa", aunque no la entiendan, con admirativas frases para solaz de la "propietaria" de la que se dice: ¡tiene diseñador particular! y, claro, eso da mucho caché. Sin ir más lejos el último verano se paseó con él por la calle principal del pueblo en un baño de autocomplacencia entre sus compatriotas; impostura que aguantó estoicamente el artista; y todo ¡¡¡gratis!!!
- ¡Niña!, ¡cómo está quedando la casa!, todos están alucinados... ¡oye!, ponme con tu marido --sólo la voz del arquitecto podrá calmar su ansiedad, generada durante la intensiva jornada de fin de semana último, recorriendo repetidamente los itinerarios de la futura vivienda; percibiendo los espacios y pudiendo palpar las innovadoras texturas; no acaba de creerse que aquello tan elogiado por entendidos y profanos pueda ser su casa. Todo un sueño. ¡Qué suerte! disfrutar del artefacto en su etapa de acabados. Privilegio sólo reservado a los propietarios. Abstenerse autores de la obra.

El arquitecto, su diseñador particular le atenderá gratuitamente una vez más, poniendo tranquilidad a pesadillas de caídas desde peligrosas alturas, asegurándole de por vida la integridad física de su pequeña, aunque para ello tenga que introducir modificaciones en la fachada a fin de evitar el efecto cárcel. Es muy simple, sólo bastarán unos días de intensivo trabajo. Unas cuantas horas gratis de ordenador, papel y tintas. Es que todo es de diseño: la última novedad, la del buzón de correos se hizo en tiempo récord (¿buzón de autor?... niña que nivel). Ante tamaña decisión el experto aconsejará a la atribulada "propietaria" que si tiene a bien le envíe alguna fotografía reciente de las fachadas de la vivienda a fin de resolver de forma satisfactoria tan acuciante problema; aunque otra vez, y como ha venido sucediendo desde hace un año sus peticiones caerán en saco roto. En las últimas fotos entregadas la criatura hacía visible sólo su esqueleto. De esto hace ya mucho tiempo. Ahora dicen que le ha salido piel. Es ya un adulto caprichoso, todo lo quiere de marca. Ahondando en ese aspecto, una vez más, se quejará la "propietaria" culpando al arquitecto.
- Oye hay que ver los materiales que está eligiendo tu marido, primera calidad; todo ¡¡caríííísimo!! --¡qué intención llevará?; hay que recelar de cualquiera y más de un arquitecto, a lo mejor tiene aviesa intención y se guarda para sí una retorcida idea, una premeditada estrategia: la elección de tan nobles piedras y maderas está relacionada con su futura solución habitacional: con empleo de argucias y antes de acabar la obra éste se instalará definitivamente en la vivienda negándose a abandonarla y disfrutando de por vida de los excelentes acabados, aunque no esté de acuerdo con los otros materiales, decididos por su paisano, el aparejador-jefe de obra-contratista-gestor...


Y es que éstos no acaban de entender la idea, no terminan de captar la esencia del proyecto y no saben como saldar tan complicada cuestión que en realidad tiene una sencilla solución: la confianza en el altruista arquitecto (¡un arquitecto altruista?, ¡éstos impresentables van a acabar con la profesión!). De esta forma éste penara su culpa de no haber sabido transmitir el minimalismo formal de toda la obra creativa, sufriendo eternamente en sus carnes los efectos alucinatorios de abigarradas cenefas de colores, conteniendo sucesión de azulejos con acabados en desconchados y que ambientan barrocos decorados, fundados sobre solados con marcadas llagas (lo que llamaban los antiguos "horror vacui" --horror al vacío--). No lo pueden negar, les ha brotado a todos su adormecida vena "hortera", la misma de sus paisanos; esa locura colectiva... atormentado muestrario con el que el paisanaje acostumbra castigar los ojos de los sorprendidos visitantes del pueblo. ¡Por favor... un poco de cordura!, solicitará el arquitecto, aunque sólo sea en su aspecto más formal, el que a duras penas intentará salvaguardar por lo menos hasta la visita del siguiente fin de semana.

En obras: terraza-solario que es mirador a la escala del paisaje: desde esta altura se divisan los campos de olivares --más cercanos-- y la serranía al fondo.
En estas visitas unilaterales de los propietarios nada de lo proyectado estará a salvo: los muros vistos de hormigón pueden acabar siendo vulgares fábricas de ladrillo, trasmutándose la textura tersa y lisa de los primeros por otra rugosa e indefinible. Ni aún los espacios trabajosamente estudiados en interminables sesiones de dibujo estarán a buen recaudo. No importa destruir el unitario espacio enfatizado por el único foco de luz: ¡porqué no se va a poder dividir en infinitos cuartos oscuros?, ¿quién se lo puede impedir? Además una vez ejecutados funcionará la justificación de hechos consumados.

En obras: ventana en esquina que es mirador a la escala de la calle: testigo por siempre de su antítesis, la que mira de frente con vocación de coexistir con ella

Luego solicitarán una reunión para enmendar entuertos, pero no en el estudio del arquitecto donde hubiera que guardar las formas y maneras. No, la quieren en visita familiar con cuidadora de niña pequeña incluida, pastas y café. En estas reuniones informales se acabará hablando de todo menos de la obra. ¡Ah! y no se le ocurra al arquitecto recriminar tal o cual modificación que no haya autorizado, aunque siempre esté a favor del acuerdo entre las partes; ya que una ofendida "propietaria" en actitud impertinente contestará aquello tan repetido: "Pues a mi me gusta así, para eso soy la propietaria", y sacando su lado más zafio amenazará con adoptar una actitud cuanto menos distante con su benefactor. En ambiente tan familiar el arquitecto aguantará, una vez más de tantas, tan impresentable compostura y sólo rogará por enésima vez se le permita visionar el reportaje fotográfico de la obra (criatura que empieza a serle ya una desconocida) para diagnosticar si en su crecimiento existe alguna anomalía que hubiera que corregir, pero esta vez tampoco ha habido suerte: la niña pequeña de los propietarios, que es un "diablillo", les ha velado el carrete fotográfico por enésima vez; ¡qué casualidad!, ¡pobres padres!, ¡llevan así un año!

Y una vez más, ante la desidia hacia el arquitecto por parte de éstos, y como ha venido sucediendo en otras ocasiones, éste abonara de su peculio particular un nuevo viaje a las tierras del sur, atravesando interminable paisaje de mar de olivos hasta localizar, de nuevo, en aquella marejada verde de troncos retorcidos, el gran decorado urbano, trampantojos de despropósitos individuales sin solución final, en donde de rondón se ha colado un intruso con vocación de coexistir con sus vecinos y que es reconocido rápidamente por su creador. Lo que no saben éstos es que de golpe y porrazo se les ha colocado de frente su antítesis con la que no tendrán más remedio que dialogar. La modernidad apunta en el paisaje. Ya es imparable y el tiempo será su mejor aliado. Pero de momento hay que seguir justificando tamaño atrevimiento que tiene soliviantado a todo un pueblo, incluso al alma mater de su ejecución, su paisano aparejador-jefe de obra- contratista-gestor... el que reconociendo frente al arquitecto las bondades del proyecto, más tarde y en ausencia de éste las dejará aparcadas a favor de elucubraciones formales de sus paisanos de cuyas extrañas casas viene lucrándose desde hace mucho tiempo.


En obras: gran vacío --como patio interior-- que favorece la ventilación forzada y que hace que la propia construcción sea la protagonista de su autorregulación climática

Después les comentará que el mérito no es del arquitecto y que no entiende sus diferencia con los propietarios, sobre todo con ella.
- ¡A la propietaria ni reñirle! --todo lo contrario homenajearla por su valentía, por asumir el peligroso reto frente a la incomprensión de sus compatriotas y futuros vecinos: el riesgo de la modernidad que le quiere imponer el arquitecto-- ¡Quién dijo que el proyecto no estaba bien pagado!, ¡vamos hóóómbre!, ¡cuán ingrato es éste! Bueno, me consta que el arquitecto sólo pretendía realizar una obra total de creación perfectamente definida, acotada hasta en sus detalles más ínfimos tras arduas horas de trabajo sin remunerar. Sólo pretendía no comerciar con el arte. El mundo al revés, corren nuevos tiempos; ahora resulta que el valor es de quién recibe la cosa, no de quién la regala y es que, en el fondo, en esta extraña época de este atribulado mundo actual nadie se cree que "alguien regale algo" sin obtener nada a cambio, sólo amor al arte. Inmediatamente pasas a ser "sospechoso de regalar". Irremediablemente se ha abocado a una situación de intereses encontrados conflictividad entre las partes que el arquitecto dejará aparcada en ese momento a favor de inmortalizar, en instantáneas fotográficas la luz natural que de forma controlada ha anidado en todos los espacios, enfatizando su concavidad en ese juego de vacíos interiores en perfecta sincronización con la convexidad de los volúmenes exteriores de fachadas. La idea inicial se está materializando en parte aunque las diferentes texturas no sean todas las previstas y hayan disfrazado parte de ésta: jamás se podrá percibir toda la intención artística en perjuicio no sólo de sus futuros moradores, sino también sobre todo de las expectativas que la obra había generado. Afortunadamente el arquitecto ha capturado en el papel fotográfico la esencia, los espacios vírgenes esculpidos por la luz...; ya no le interesa la imagen final aviesamente desvirtuada.

Y después nueva reunión en el salón de la casa del arquitecto para enmendar nuevos entuertos y solicitar por parte de éste, como siempre, el ansiado último reportaje fotográfico. Días después una llamada personal del arquitecto a la "propietaria" ahondaba en ese aspecto...; sin éxito. Semanas más tarde la desilusión campeaba en el ánimo del creador.
- ¡Niña, ponme con tu marido, hay muchas cosas que hablar de la casa.
- ¡Hola!, soy el arquitecto. Pongo en tu conocimiento que tu casa me importa un "cojón", y personalmente no te aguanto.
- Entonces no tenemos nada que hablar.
- ¡Nada!

Al final la obligada reflexión: ¿Me habré equivocado de proyecto? No, seguro que no. Con toda seguridad me he equivocado de personas.

En obras: sobre el límpido azul cielo del sur se recortan las formas minimalistas de una arquitectura que extrae su belleza del discurso funcional, apoyado en medios constructivos racionales (firmitas, utilitas y venustas --Vitrubio--)

FranciscoMolinaGómez
--- a r q u i t e c t o ---

2 comentarios:

  1. Es una lástima que muchos arquitectos "altruistas" tengan que hacer semejantes cosas.

    Al final, el gusto del propietario deja de lado todo el gusto del creador, para convertirse el dueño de la vivienda en el creador, de algo que al final será, seguramente, terrible.

    Qué lástima que arquitectos con ideas tan buenas no puedan elaborar proyectos ya a su gusto y aprecio por el arte, y que luego ya, quien lo compre (sepa valorarlo o no) viva allí sin romper un funcional y bonito minimalismo con azulejos.

    Tenemos que hablar de estas cosas, tito! Te aconsejaré un libro sobre arquitectura, de la Bauhaus, que habla mucho sobre estas cosas.

    Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Hola mi Sergi! Cuán afortunado soy que nos una esa sensibilidad hacia el arte.
      Esta entrada del blog en clave irónica no es sino el resultado de mi empeño de que, pese al refrán, también el asno tenga derecho a disfrutar de la ambrosía de la miel, aunque para ello tuviera que regalarle la miel.
      Sabes que me encantaría intercambiar contigo impresiones sobre el arte en general, en especial el dificultoso proceso artístico actual; este complejo momento histórico al que llaman postmodernismo pero que, por falta de perspectiva en el tiempo, no sabemos muy bien que és; aunque algunos lo intuyamos.
      ¡Ah! la Bahuhaus, el ideal de la obra creativa total; el mismo manifiesto que ya enunciara anteriormente aquel movimiento utópico decimonónico: Arts and Crafts.
      Gracias sobrino por tu apoyo al blog; por animarme a escribirlo en aquella grata y larga conversación aquí en Madrid.
      Un beso grande.

      Eliminar