viernes, 11 de octubre de 2013

A PROPÓSITO DE ARQUITECTURA. I: LA CUEVA



Desde muy pequeño me ha impactado la visión del muro continuo de piedra articulando el paisaje como artificio del hombre para ocupar el territorio; al principio marcándolo y después habitando dentro de la marca, ponderándola de significados: borde, límite, frontera... instituyendo la dialéctica --filosófica-- de lo de dentro y de lo de fuera...; siempre me ha emocionado esa imagen de arquitectura primaria





El mito de la cueva
(...en el principio se hizo el muro)



Fue un flash de imagen fugaz al levantar el visillo de la ventana de mi dormitorio, como la que captura el objetivo de una cámara fotográfica al abrir y cerrar en fracciones de segundo su diafragma: en el suelo de césped del jardín común --donde juega la chavalería-- de la urbanización donde resido había implantada novedosamente una de esas arquitecturas primarias que desde hace tiempo persigo encontrar. No me lo podía creer, allí cerca de mi casa, en el propio jardín y realizado por varias manos infantiles lucía brillante una circunferencia de cantos rodados de piedra blanca. Saludé el descubrimiento con efusiva alegría e indisimulado deseo más intencional que real: ¡Qué maravilla!, ojalá que no se desmonte nunca y permanezca la marca de por vida para poder visualizarla cada día desde mi ventana.

Me acerqué y celebré su redondez casi perfecta, increíblemente trazada por colonizadores tan jóvenes que habían colocado la sucesión de piedras elaboradamente juntas, cada una unida a la siguiente sin dejar un resquicio entre ellas, como perfecto cerramiento que quisiera aislar afinadamente el interior del resto del entorno; y no bastándole tamaño logro fundacional rellenaron el espacio cerrado de pequeñas hojas del mismo árbol que orillaba el círculo, señalizando definitivamente dos zonas distintas sin posibilidad de equívocos: adentro-afuera. Qué gran logro: con una sorprendente seguridad, muy propia de la ingenuidad infantil, y sin más protocolos aquellos fundadores habían transcendido del significado "borde" al de "habitar"; sin preámbulos, de manera sencilla; ¡qué envidiada simplicidad! Había en aquella visión más arquitectura que en mucho de lo conocido.

Bueno a decir verdad algo había contribuido yo al invento, aunque fuera solo colateralmente aportando el material básico, cuando contra la opinión de algunos de mis convecinos me empeñé en que la zanja del drenaje del agua de lluvia y de riego del jardín general quedara rematada --funcional y estéticamente-- por un reguero de cantos rodados blancos de agradable visión en contraste con el verde del césped. Una potencial cantera para la imaginación de los más pequeños que pudiendo optar en construir más fácilmente el espacio fabulado para sus juegos cerca de donde se prodigaba la piedra, en la parte más baja del jardín; ¡sorpresa!: se establecieron trasladando el material necesario a la parte más alta, desde donde se visualiza óptimamente todo el espacio verde, a resguardo de las inundaciones y a cobijo en las generosas sombras de los árboles. Era como si conocieran la historia de las grandes fundaciones de la arquitectura... aseveración que negaba su corta edad... no tanto esa otra de que todos llevamos ancestralmente, desde siempre, un eficaz colonizador dentro.

El hecho se pierde muy atrás en la noche de los tiempos cuando nuestros ancestros abandonaron con cierto temor el resguardo de las cuevas a favor de las posibilidades de subsistencia que le ofrecían los extensos territorios abiertos e "inseguros" visualizados desde la penumbra de las concavidades que de forma natural habitaban. Se arriesgaron a salir para seguir avanzando. Entonces crearon los primeros poblados en habitáculos de planta redonda, dispuestos en gran círculo para protección de sus moradores y optimización --con aquellas disposiciones geométricas-- de estructuras y materiales; lo mismo que habían hecho los chavales de mi urbanización: ¿respuesta del inconsciente colectivo a lo largo de la historia de la humanidad? ¿Puede ser que lo que empezó siendo intuición e instinto natural para sobrevivir acabara grabado en el inconsciente y transmitido de generación en generación desde aquellos primeros moradores hasta llegar a los hijos de mis vecinos? Desde niños tenemos imágenes en nuestra mente que han estado siempre ahí, sin que realmente sepamos de donde vienen.

El aumento de las poblaciones primitivas que requerían otras formas de organización para sobrevivir --de cazadores nómadas que se refugiaban a cubierto en el interior de las rocas a poblaciones sedentarias a cielo abierto que cultivaban la tierra para obtener los alimentos-- llevó aparejado el hecho transcendental para aquellas gentes de necesitar construirse "su propia cueva" con los materiales del lugar, en estructuras de formas abovedadas que eran las que habían comprobado que funcionaban, como esos espacios vivideros naturales de las cavernas. Estas disposiciones se han encontrado no sólo en las excavaciones arqueológicas de los poblados antiguos, sino que han seguido vigentes hasta pleno siglo veinte de nuestra era: chozos, cucos, cubillos, bombos... son algunos de los exponentes de la arquitectura rural que hasta hace muy poco se prodigaba dispersa por los campos de España, en su mayoría de planta circular y cerramiento abovedado de cubiertas cupuladas, algunas achatadas y otras cónicas (lo más parecido al interior de una cueva)... el siguiente paso de la chiquillería de mi urbanización si se hubiesen encontrado en la misma situación de necesidad de cubrirse, en la misma tesitura de aquellas gentes primigenias de ampararse del medio; trance que abocó al inicio de una de las formas sublimes de creación del ser humano: la arquitectura. Gracias chavales por hacerme evocar ese sentimiento poético del espacio que lo tenía un poco dormido.

Unos días después del descubrimiento he vuelto a alzar el visillo de mi ventana con la ilusión contenida en la confianza de que aún persistiera la marca de piedras blancas; no ha podido ser, alguien la ha hecho desaparecer.

FranciscoMolinaGómez

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